Algunos pasos hacia una pequeña teoría de lo visible

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15,00€

John Berger

Traducción: Pilar Vázquez y Nacho Fernández

Referencia: EXP-001
ISBN: 978-84-8802-0086
Edición:
1997, Madrid
64 páginas
Distribuido por: Machado Grupo de Distribución y Les Punxes
17,00cm × 12,00cm
15,00€

John Berger (Londres, 1926) comenzó escribiendo crítica de arte, pero pronto amplió su registro expresivo a la novela, el ensayo, la poesía, el teatro o el guión cinematográfico. En 1972 recibió el Brooker Prize por su novela G, y en 1991 el premio Petrarca al conjunto de su obra. La combinación de rigor e intuición que ha hecho de sus escritos sobre arte una lectura apasionante queda manifiesta en la presente obra, donde se recogen reflexiones esenciales en torno a la pintura y su función en el final de nuestro siglo.

 

"Los textos aquí reunidos son buen ejemplo de por qué su autor es (por suerte) difícilmente clasificable. Berger ha ido tejiendo una obra exclusiva, un mundo de sensaciones alrededor de conceptos teóricos que, en manos de otros, han sido siempre difíciles de digerir. Ha hecho bello el hablar de la belleza del mundo. Literalmente, ha renovado un género, mientras otros simplemente destruían estilos". [Felipe Vega. El Mundo, 15-11-97]

 

"Un libro tan breve como maravilloso, en el que se demuestra que la luz íntima, la que hace a la verdad más penetrante y cordial, alumbra con el tembloroso pálpito de un cabo de vela". [Francisco Calvo Serraller. El País, 17-05-97]

 

"Este minúsculo libro, que reúne dos poemas y cinco ensayos de John Berger, es una pequeña joya. En sus páginas habla la inconfundible voz del escritor británico, ésa que raspa siempre la superficie de las cosas para llegar a su sustancia".
[José Andrés Rojo, El País, 22-02-97]

 

"En el capítulo que da nombre al libro, Berger lanza bombas de profundidad: nos habla del cielo, del deseo, de la eternidad, de la necesidad, hasta llegar a uno de los pasos de su «pequeña teoría». Nos dice que la pintura es una afirmación de lo visible que está continuamente apareciendo y desapareciendo. Posiblemente, sin la desaparición no existiría el impulso de pintar, pues entonces lo visible poseería la seguridad (la permanencia) que la pintura lucha por encontrar... Y el libro termina, igual que empezó, con un poema, y con él Berger nos recuerda que todavía tenemos tiempo para pintar todo aquello que aún no ha desaparecido".
[Dolores Blázquez Quintana. Lápiz, n. 142]

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