Traducción e introducción de Loreto Casado Presentación: Llorenç Barber. Cronología : Ornella Volta
Satie ha dicho que el piano, "como el dinero, no resulta agradable más que a quien lo toca": eso tranquiliza a alguien como yo, malquistado de nacimiento con la música instrumental. Eso hace también que lamente haber comprendido demasiado tarde, después de su muerte, al individuo excepcional que fue y al que un telón de espinas -su malicia, sus estudiados tics- me ocultaba... El tránsito del siglo XIX al XX no ha producido ninguna evolución de espíritu tan fascinante como la suya. Tendida entre dos puntos extremos, los místicos y Platón, durante treinta años la fatalidad del espíritu moderno ha consistido en hacer vibrar la cuerda de Satie al unísono con las de su compatriota Alphonse Allais y, más aún, de Alfred Jarry. No conozco mayor escuela de libertad con respecto a todas las convenciones, ni otra sonrisa más traviesa y, a la postre, tan punzante por encima del abismo interior, de negrísima especie, del que se escapa la bandada de sus dibujos e inscripciones caligrafiadas en absoluta soledad -"todo de fundición", a la vez tan graciosos y tan inquietantes-, que esperan desde hace tiempo un inventario completo y un análisis riguroso.» (André Breton,1955)
“Un bocado exquisito para maniáticos literarios con buen gusto”. [Emilio Sola. El Independiente, 4-XII-89]
"Pianista de café que influiría más con su pincelada impresionista en la música contemporánea que varias escuadras sinfónicas de músicos teutones, Satie dio género al silencio, de la misma forma que Mallarmé hizo literarios los espacios en blanco. En el café donde tocaba Erik Satie se escribía la historia de la vanguardia. Radiguet oficiaba de camarero, Diáguilev, Cocteau y Stravinski se sentaban en la mesa que daba a la calle, Leiris, Bataille y Caillois tenían mesas-pupitre. Cuando Satie terminaba de oficiar, bajaba junto a aquellos faros espirituales y ponía los mejores títulos que se conocen en la música y también se ponía a escribir. Aquí hay fragmentos de memorias, emociones musicales, familiares venganzas, aforismos, puntapiés. Quien mejor define sus sentimientos de artista oriental de café parisino es él mismo cuando dice: «Mi sueño es ser interpretado en cualquier lugar, menos en la Ópera». Alabado sea". [José Carlón. El Mundo, 10-12-89]
"Dadaísta avant-la-lettre, puntal de L’Esprit Nouveau, inspirador del grupo musical de los Six, defensor de Schönberg, autor de comentarios musicales para el vanguardista Entr’Acte, del cineasta René Clair, y para el ballet Relâche, de Picabia, nuestro Satie practicó activamente la escritura. Ornella Volta recogió sus textos, y ahora —traducidos y con introducción de Loreto Casado— forman Memorias de un amnésico y otros escritos. Que, con amplia nota del musicólogo Llorenç Barber, una página inédita de André Breton y cronología por la propia Ornella Volta, constituye un vivaz volumen". [Juan Ramón Masoliver. La Vanguardia, 29-12-89]
"En 1925 muere Erik Satie en medio del mayor descrédito, que se había ganado a pulso por su constante desmantelamiento de los principios más sagrados de la música y del arte en general. Dominado por un profundo afán de búsqueda de la sencillez en todos los campos de la vida, nada escapa a su mirada crítica, comenzando por él mismo y por su obra. La lectura de este libro representa la entrada en un mundo fascinante. No hay que leerlo para intentar explicar y entender a su autor, sino para descubrirnos a través de sus escritos, ya que, a modo de maestro, alumbra con sus palabras zonas todavía oscuras y abre ante nuestros ojos un horizonte infinito". [Carmen Alonso Echanove. Ya, 30-12-89]
"Erik Satie fue un fenómeno absolutamente aparte en la música de su tiempo. Ligado en un momento a las aventuras místicas de Josephin Péladan, practicó luego una música esotérica. Pasó por los cabarets y adoptó su estética corrosiva en canciones y piezas pianísticas. Murió en la pobreza en la que viviera, pero dejando una estela musical inconfundible e incalificable que ha sido reclamada como herencia por los movimientos musicales heterodoxos". [Tomás Marco. Diario 16, 13-01-90]
"Satie, que fue impresionista, surrealista y neoclásico antes que nadie, también ha sido el profeta que anticipa la transformación del mundo del consumo musical, del mundo en que toda música ha devenido mueble, decorado que no se convulsiona, sino que se limita a dar el tono a cada escena de nuestra vida. Satie ha sabido anunciarlo todo, prepararlo todo y encontrarlo todo antes que los demás". [Llorenç Barber. El Mundo, 13-I-90]
"«La omisión es la principal tarea del estilo», escribió en alguna parte Virginia Woolf. Bien podría ser éste el lema de la vida y la obra de Erik Satie (1866-1925), uno de los padres secretos de la música moderna. El propósito que guió sus trabajos musicales no fue otro que devolver a la música su virginidad, limpiándola, desnudándola del excesivo subjetivismo romántico que la contaminaba. Tuvo que dedicar toda su vida a ello, en una pirueta muy mal comprendida por sus contemporáneos y suficientemente ignorada por los nuestros, que atribuyen a John Cage y al minimalismo musical lo que dolorosamente puso en marcha el pequeño Satie hace ya un siglo". [José María Parreño. ABC, 13-I-1990]
"Erik Satie, que tomó parte activa en las vanguardias del primer cuarto de siglo al lado de pintores como Picasso y Picabia, con los que trabajó en diversos ballets, fue pianista de cafés-concierto durante una época de su vida. En sus 59 años de existencia, buscó siempre con sencillez sonoridades nuevas, a las que dotó de un embrujo y un encanto realmente misteriosos". [Juan Ángel Vela del Campo. El País, 17-I-90]
"Lo cierto es que las nuevas generaciones añoran un nacimiento del siglo que fue brillante, creador y libre. De aquellos revolucionarios seguimos nutriéndonos en secreto, porque son muy alimenticios, y todo el resto de la centuria no ha hecho sino darle vueltas a la música de Satie o el surrealismo de Breton y Magritte". [Francisco Umbral. Interviú, 20-01-90]
"Como tan acertadamente señala Loreto Casado en el prólogo de este libro, lo que no quería Satie era perder de vista la infancia del hombre, la infancia del mundo, o mejor, la infancia del hombre en el mundo". [Enrique Vila-Matas. Diario 16, 25-01-90]
"Cocteau aseguró que «la mínima pieza de Satie es como un agujero de cerradura. Todo cambia si se acerca a ella el ojo». El personaje más excéntrico, desconcertante e insolente de toda la historia de la música". [Bernardino M. Hernando. Tribuna, 29-I-90]
"Un libro divertido, refrescante, a veces irreverente, en todo momento lúcido y burlón. Como la música de su autor". [Juan Ángel Vela del Campo. El País Estilo, 11-03-90]
"El gran músico que fue Satie, precursor de un futuro que aún no puede prescindir de él (de sus enseñanzas antiacadémicas, de sus múltiples sugerencias estéticas y vitales), dejó, por fortuna para nosotros, un pequeño pero sabroso testimonio escrito de sí mismo que por fin degustamos en castellano gracias a esta cariñosa edición. Pocos músicos ha dado nuestra cultura occidental tan enigmáticos (su enigma está construido a base de claridad, por lo que resulta más inaprensible), tan orgullosamente modestos. Es la oportunidad de que el aficionado beba de las genuinas fuentes el veneno preparado por él mezclando sarcasmo, agresivo desprecio contra los acomodaticios, una punta de original misticismo y algunas lecciones gratuitas de estilo musical y de ética humana". [Isabel Urueña. Scherzo. Scherzo, 1-05-90]
"Su independencia y su música le granjearon grandes enemigos, pero contó con la amistad de los mejores: Braque (que ilustró algunas de sus partituras), Picasso (que figurinó y decoró algunos de sus ballets), el propio Stravinski, Juan Gris, Debussy, el pianista Viñes y, antes que ninguno, los pintores españoles Rusiñol, Zuloaga y Ramón Casas. Luego vendrían los dadaístas... Para empezar, recomendaríamos su lectura a todos los que se encuentran en esa edad en la que cabe hablar de una educación sentimental. Nada de grandes frases. Pocas y bien dichas. Satie es siempre un soplo de aire fresco. Sus consejos son siempre valiosos". [Andrés Trapiello. Contemporáneos. Jerez de la Frontera, 1990]
"Este libro no ha existido nunca, pero hacía falta que existiese. No ha existido, porque es una compilación a posteriori de artículos y escritos diversos de Erik Satie. Y debía existir porque es un libro excepcional, humorístico y corrosivo como pocos, en el que descubrimos la faceta iconoclasta de Satie, la provocadora, la innovadora y la extemporánea". [David Picó. Avui, 22-4-03]