«El arte era una diversión —afirma la autora del libro—, y, por tanto, lo tomaban muy en serio». Al límite del juego constituye un documento de primera mano sobre algunos de los personajes más decisivos, y peor conocidos, en el ámbito de las últimas vanguardias. La temprana muerte de todos ellos —en circunstancias a menudo trágicas— permite a Mireia Sentís analizar la totalidad de su obra desde una perspectiva histórica. El pionero de la televisión Rod Serling (1924-1975), da pie a revisar los orígenes de un medio que cambiaría profundamente la sociedad y el arte de su tiempo. Abbie Hoffman (1936-1989), representa una de las figuras más insólitas e imaginativas de la época hippie. George Maciunas (1931-1978), puede considerarse el gran predicador del movimiento Fluxus. En Jack Smith (1932-1989), descubrimos al fundador del cine underground y a uno de los precursores del movimiento gay. Charlotte Moorman (1933-1993), organizadora de los Festivales de Vanguardia de Nueva York, abrió las compuertas del arte contemporáneo a las técnicas electrónicas. Gordon Matta-Clark (1943-1978) utilizó la arquitectura con fines radicalmente opuestos a sus objetivos tradicionales. Por último, y sobre el trasfondo de una historia de amor en clave de novela negra, Ana Mendieta (1948-1985) ofrece un testimonio de la penetración hispana en el panorama del arte norteamericano.
'En su libro Al límite del juego, Mireia Sentís recoge semblanzas de siete creadores inclasificables, que despuntaron en los Estados Unidos de los 70 y que no llegaron a viejos. Su autora realizó abundantes entrevistas para poder escribir estos retratos, llenos de humor y de anécdotas, de un grupo de artistas que no alcanzaron el reconocimiento en vida y que están siendo tardíamente recuperados.'
[Sergio Vila-San-Juan. La Vanguardia, 6-08-95]
'Mireia Sentís ha recogido en Al límite del juego una serie de artículos que están unificados no sólo en virtud de su tema (individuos radicales del arte norteamericano, específicamente en Nueva York), sino por una misma atmósfera teórica y emocional. Sentís presenta a individuos que son ejemplos más que ejemplares, vidas truncadas en todos los casos, que dejaron tras de sí un reguero de intensidad y desafío estéticomoral. Una frase de Hoffman ilustra el espíritu de esta época: «Éramos jóvenes, temerarios, arrogantes, insensatos, obstinados..., y teníamos razón». El camino sigue abierto; esa razón que asistía a estos individuos es la que encarna a los catalizadores. Faltan muchas partidas por jugar: éstas son algunas de las más intensas, por eso provocan todavía conmociones en el presente.'
[Fernando Castro Flórez. Diario 16, "Culturas", 4-03-95]
'Todos están muertos. Casi todos acabaron trágicamente. La mayoría de ellos habían pasado por el SoHo, el barrio neoyorquino donde la autora vivió varios años. Todos pertenecieron a eso que se llamó el underground, que desde luego no fue una revolución cultural, sino el último avatar de la bohemia. A diferencia de los artistas bohemios de generaciones anteriores, éstos apenas dejaron monumentos materiales; su creación fue la puesta en escena de su vida exagerada. Si el material biográfico que Sentís ha utilizado puede ser en sí mismo fascinante, sus retratos están escritos además con una pasión que se contagia al lector, por lejos que se sienta de las figuras retratadas.'
[Guillermo Solana. ABC, 17-02-95]